28 feb 2016

E2.Cap2 - Lo habían sacado 5 minutos antes del horno…



Por fin en casa. Estoy muerta. Un tecito y a ver el nuevo capítulo de .. Hannibal o The Fall...? Mejor que siga con los asesinos seriales. Je je..

Pero primero a sacar la ropa para lavar de la valija.. las cosas de la cartera...el teléfono..

Ah.. los  teléfonos..

Sonríe y se sienta en la cama mirando a ese celular foráneo. 

El caballero volador resultó ser un olvidadizo… ¡pero qué bien!  

Empieza a levantar la mirada hacia esa nube de sueños de otros tiempos… una semisonrisa empieza a dibujarse en su rostro..

Ah.. noo… ¡nooo…! ¡danger, danger! ¡Bajá, bajá…! ¿qué hacés en esa nube? ¡Bajá te digo!
¡no me vas a decir que en un minuto te podés olvidar una vida de aventuras y desencuentros!

¿No aprendiste nada?

Largo una carcajada y me acuerdo de uno.. uno de los primeros de este lado del Atlántico:


A Mark  lo habían sacado 5 minutos antes del horno… haberlo dejado 5 minutos más, tan solo 5 minutitos más de cocción y estaba a punto príncipe azul…




Me encontraba en Berlín por segunda vez y por un proyecto solo de cuatro meses.  Indiscutiblemente la ciudad me encantaba. Pero después del primer mes empecé a extrañar la amistad estilo argentino.  Que te llamen solo para saber como andás y no para pedirte o preguntarte algo que necesitan.  Lo más parecido, pensé: italianos!  Tengo que conocer italianos! Y como quería aprender la bella lingua, empecé a preguntar quien conocía a algún italiano que me la enseñara… Así conocí a Paolo quien trabajaba en un Restaurant italiano abajo de la casa de Mark.

Un día después de una de nuestras clases magistrales de bar, fuimos a otro a encontrarnos con sus amigos. 

De entre el grupo pensé ‘hmmm.. y ese..?’.  Cara de chico bueno, pelo y ojos castaños, lindito, vestido con colores básicos oscuros.

En ese momento una rubia lo toma de la mano y se lo lleva a bailar a la pequeña pista del fondo del bar mientras se miran y sonríen.  Sí, sí, tipo publicidad de cerveza.

Buu! - pienso resoplando- ‘Ese no’..

Pero resultaron ser solo amigos, así que  aunque devaluado volvió a categoría quizás.

Al poco tiempo, Mark me invita a comer a su casa, que iba a cocinar.

Pero qué lindooo, ¡un hombre que cocina!

Llego a su departamento, abre la puerta con una sonrisa tipo Ken, que me ponga cómoda. Se va a la cocina.
Edificio antiguo. Paredes blancas, guardas de estuco en el techo. Muebles también antiguos restaurados, madera, despojado.. Toooodo como me gusta. Voy hacia el balcón… y vislumbro algo… sobre la baranda había un hombre que estaba como pelando algo muy concentrado.

Vuelvo sobre mis pasos a la cocina.

-Hay un hombre en tu balcón
-Ahá, lo contraté para pelar los espárragos –con esa cara de póker que luego entendí lo caracterizaba.
-Ahá

Claro que le creo, ¿por qué no creerle? Es un alemán serio, trabajador, gerente de una empresa. Todo lo que dice debe ser verdad.

Voy al balcón y me presento.
El pelador era su delicadísimo vecino de arriba. Mucho más no pregunté.

El leitmotiv de la noche eran los espárragos.  Resulta que son casi un tema de estado en Alemania.
La temporada de espárragos es como una temporada independiente de las clásicas primavera, verano, otoño e invierno.
En temporada de espárragos HAY que comer espárragos.
No se discute. Es algo del orden natural de las cosas. Hay que comer espárragos y no se habla más.  Todos los alemanes te miran y te lo repiten. En sopa, con crema, en ravioles, acompañándolo TODO.
Trato de pensar que todo confluye para el crecimiento de la economía interna alemana.  Una explicación muy poco bucólica..  ¿ya me estaré contagiando?

Sigo el tour al living y me quedo petrificada.
En la pared había un cuadro de los ojos negros de una morocha de pestañas largas.
Juro que eran mis ojos.

¡Es una señal, una señal! Pensé sin externalizar mis pensamientos.

Conociendo toda la historia, puedo asegurar que solo se trató de una interferencia.

Mark me muestra una carpeta con el paso a paso del cuadro, el que había encargado usando la foto de una chica que había recortado de una revista.  Me contaba todo como si yo fuera rubia y de ojos celestes.

Con mi mejor cara de impavidez nos sentamos a cenar.

Los tres.

La cena transcurrió en un tono que nunca cambió su baja frecuencia.

Y fui cayendo en sus diplomáticas garras.

Todo lo que decía me parecía bien.  Los lugares que elegía siempre eran perfectos.  Si le preguntaba por el tipo de ropa para ir a determinado evento, lo que me recomendaba siempre funcionaba indudablemente para el lugar.

Fue la primera vez en mi vida que no tenía que pensar cada detalle, a donde ir, que hacer.  Podía confiar plenamente que los resultados me satisfarían. Solo tenía que elegir entre las perfectísimas opciones que Mark me presentaba.

Y hasta empecé a hablar en su misma frecuencia.  Tétrico, ¿no?

Un día fuimos al cumpleaños de un muy amigo de él, colombiano, dueño de un bar gay.

Su amigo nos recibió vestido de mujer. En toda su humanidad y con peluca. 

Mark lo saludó cariñosamente y le entregó un apropiado regalo.
Cuando nos separamos un poco de la gente, me comentó sin mover una pestaña:

-Es la primera vez que lo veo así.  Yo siempre lo vi de pantalones.

Ese fue todo su jugoso comentario. Ahí comencé a darme cuenta que no importaba el acontecimiento o catástrofe natural, su expresión incólume no cambiaba. 
Y botox no era.

Y más Insólito aún, yo ya estaba en su red.

Porque hacía casi todo como de manual del caballero andante. Casi.

Una noche en su casa, luego de unas semanas y ya tarde después de ver una película:

-Si querés te pido un taxi. Yo te lo pago, es que ya estacioné el auto.

¡¿Cómooo?!

Es que si el señor saca el auto…pierde el precioso lugar.. ahá.  Y noooo… tendría que buscar otro lugar.. Buscar otro lugar no es una posibilidad. Ya pasaron algunas semanas de relación… 

Houston, ¿do we have a problem?

Ofendidísima le dije que yo podía pagarme mi propio taxi, que no me hacía falta su dinero.

A la distancia, ésto ya catalogaba para ‘sacado de por lo menos dos minutos antes del horno’.  Pero, claro, yo seguía sin darme cuenta de nada…


Un sábado por la tarde llego a su casa.

-Necesito dormir una hora –con cara de .. bueno, su cara.
-Yo no
-En ese estante hay libros en inglés.

Busco un libro, y me recuesto a su lado.  Paso una página, otra. A la tercera me dice:

-¿No querrías leer en otro cuarto así no te molesto mientras duermo?

Abrí los ojos como dos huevos fritos sin emitir sonido, sin casi moverme, mirando como hipnotizada hacia la pared. Robótica me levanté y fui hacia el balcón.  Era verano, así que me senté en el piso y seguí leyendo aunque perturbada.

A los pocos minutos escucho ruidos en la cocina.

Viene con un jugo de naranja recién exprimido.

-Yo estoy acá, sentadita en el fondo del balcón, sin molestar a nadie, leyendo silenciosamente. Tengo unas 150 páginas por delante, ves?  Podés seguir descansando por mucho mucho tiempo, calculá que por página…

No responde.

Imagino que después de la frase que me tiró ya no pudo dormir. 
O el sonido del pasaje de las páginas le seguía martillando el cerebelo.  No sé.

Ahí podría haber pensado que quizás eran 3 minutos. Ya ni dos.  Pero no, nada.

Recuperando el don de la palabra, me dice que está preparando un picnic. 

Sí, un picnic.

Me da la frazadita escocesa con manijita de cuero para que lleve.  Él se encarga de transportar la canasta cuyo interior está forrado con una tela que combina divinamente con la frazadita. Dentro, dos hermosas copas, una botella de vino blanco, italiano seguramente y diversos quesos. Seguidamente me lleva a un garaje como secreto a pocas cuadras, en el que tiene un convertible rojo de colección que había restaurado con sus propias manitas. 

Un picnic en Potsdam de las páginas de Jane Austen.

Y me olvidé de nuevo del horno.


El recuerdo de Mark me hizo alucinar una pizza muy blanda saliendo del horno de mi cocina … en la que la mozzarella formaba claramente la cara de Mark.. y su sonrisa era un ají colorado.

Juaaaaaaaaaaaaaa! 
Me explota una carcajada y casi quedo sin aire de tanto reír.

Jua jua …Pero ¡Ay! me vibra la mano…  

y un nombre desconocido aparece en la desconocida pantalla…




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